Jueves, 21 de noviembre 2024, 00:36
En tiempos de revisionismo y crispación, el periodista Juan Fernández-Miranda se propuso escribir un libro con el que desmontar los bulos y las voces críticas contra la Transición. Decidió hacerlo plasmando hechos y, fruto de ello, surgió ‘España. Objetivo: Democracia. Crónica del proceso político que transformó España’. Un relato fidedigno de los diecinueve meses que siguieron a la muerte de Francisco Franco, de la que este 20 de noviembre se cumplieron 49 años, y que permitieron al país, a través del consenso político y social, instaurar la democracia y en el que Fernández-Miranda, adjunto al director de ABC, hereda de forma excepcional el testigo de la generación que protagonizó ese periodo para intentar transmitirla a una que, bajo su punto de vista, desconoce y desconfía de quienes la lideraron.
¿Por qué surge la idea de escribir este libro?
La idea surgió porque el año que viene se cumplen 50 años de la muerte de Franco, en el 2025. En los últimos diez años, siempre que se ha hablado de la Transición se ha hecho para mal y es algo extraño teniendo en cuenta que fue un proceso exitoso y que, tanto la historiografía como en las crónicas periodísticas, se ha valorado muy bien. Sin embargo, de repente, políticamente ha empezado a ser un asunto tabú y a ser criticado. Al ver eso, como periodista especializado en ese periodo, pensé en que convenía hacer una crónica de hechos que desmontase algunos de los mitos que se han lanzado contra ese momento. En eso consiste el libro. Es una crónica de hechos del periodo nuclear, que abarca desde la muerte de Franco hasta que los españoles votaron por primera vez. Mi intención era desmontar falacias con hechos. Pero el objetivo final, que si lo lograra, sería maravilloso, es que la gente joven, refiriéndome a los que tienen menos de 50 años, la gente que nació en democracia lo conozca. Porque no se puede querer lo que no se conoce. Le pregunté a Chat GPT cuántos españoles han nacido después del 15 de junio de 77 y me dijo 20 millones. Así que yo creo que esas dos generaciones la de los 50 y la de los 25 pueden encontrar en este libro una referencia de lo que pasó entonces y, a partir de ahí, formar su propia opinión.
Pero la mentalidad y el conocimiento de esas generaciones es muy distinta…
Es distinto lector. Este libro lo puede leer una persona de 80, que hizo la Transición siendo la persona adulta, que una persona de 60, que vivió siendo joven un proceso de transición a la libertad. Imagínate qué maravilla ser joven en ese momento. Y luego están las dos generaciones siguientes, que han nacido en libertad. Son generaciones que forman el 40% de la población y que deben conocer ese proceso. Además, este es un libro que lo pueden entender sin problemas los chavales de 20 años, porque es una crónica periodística en la que nada se da por supuesto. A medida que vas creciendo, en conocimiento o en edad, lo disfrutarás más o menos. Es una crónica en presente, que es una forma de atrapar al lector, pero que también exige más porque tienes que contextualizar mucho más. Uno de los objetivos que me marqué era hacer un libro absorbente para que lo pudiese leer todo el mundo, por supuesto siendo riguroso en los hechos. Yo creo que la persona más joven, si tiene un inquietud por la historia, lo entenderá. Y si hay algo que no entiende, lo puede mirar en Google. En el libro, se contextualiza lo sucedido y yo creo que ese es el reto, que lo lea todo el mundo.
¿Crees que es posible recuperar ese espíritu conciliador que caracterizó a los años de la Transición?
No solo lo creo, sino que se debe. Es un proceso de hace 50, pero cuyo espíritu sigue vivo. Se puede apelar a ese consenso en los temas esenciales, no en todo porque entonces estaríamos en el pensamiento único. Tiene que haber un consenso básico que permita que el sistema evolucione, que se reforme cuando algo no funciona, que se adapte a las nuevas circunstancias. Pero siempre con ese espíritu de hacer las cosas respetando a la otra parte. A partir de ahí, disenso, discrepancia y alternancia, que es la pura democracia.
¿Incluso en el momento actual, en el que la crispación se ha adueñado del espacio político?
Se puede conseguir contando los hechos, conociendo nuestra historia y apelando a valores que están por encima del debate partidista. Es difícil, pero no por ello debe renunciar. Lo que es seguro es que si no lo conocemos, será más difícil. Pero el espíritu de consenso y de la Transición sigue vivo y hay que apelar a él y agarrarnos. Es verdad que ahora estamos muy lejos. La Transición fue el primer momento, en más de un siglo, en que la clase política española llevó a la ciudadanía, hacia la moderación, después de dos siglos de guerras. La Constitución fue la primera por consenso. Hasta ese momento, se habían impuesto. Es el momento en el que la clase política, por primera vez, lleva la gente al consenso. ¿Por qué tenemos que conformarnos o pensar que España es un país en el que tenemos que matarnos a garrotazos? No es necesario. Por supuesto podemos volver. La Transición no tiene por qué ser una excepción. Lo que busco es que los ciudadanos defensores de la democracia liberal, que es el modelo en el que estamos y en el que llevamos 50 años, y los que a través de este libro la conozcan y se sumen, den un paso adelante, en una especie de activismo democrático, y la defiendan. Ya no vale con darla por supuesto, porque, entonces, los mensajes de los que la quieren destruir con falacias se impondrán y eso es lo que quiero evitar. Por eso me ha adelantado a los 50 años. Para evitarlo.
La figura del rey Juan Carlos se ha ido deteriorando tras conocer diferentes escándalos. ¿Es posible recuperar la imagen que se tenía del monarca?
Está muy erosionada por los escándalos que hemos conocido y que un ciudadano libre debe rechazar. Pero, ¿supone esto una anulación completa de su figura? Me parece injusto, teniendo en cuenta que en los años 70, 80 y 90 fue un estadista. En los años 70, durante la Transición, y esto lo cuento en el libro, estuvo a la altura de los tiempos. Consiguió llevar a España a la democracia. Heredó todo el poder de Franco y se lo entregó al pueblo en 19 meses. La soberanía nacional reside en el pueblo español porque don Juan Carlos no se agarró al poder que había heredado. Por lo tanto, hay que reconocer su papel como estadista. Un papel histórico para España y, probablemente, el estadista más importante de los últimos siglos para el país. Ambos juicios son compatibles, porque no hay por qué pensar que defendiendo la Transición nos importan poco los excesos o, porque nos importan mucho los excesos, anulamos la Transición. Los dos juicios son compatibles y don Juan Carlos es una figura de claroscuros. Como casi todos los hombres de Estado.
¿Y cómo podría hacerse?
Es posible recuperar su imagen a través de los hechos, de la verdad y del periodismo y la historia. Siempre hay conspiranoicos. Tampoco puedes luchar contra eso. Pero los hechos son los que son. Quien quiera considerar que el rey Juan Carlos lo puso Franco, que es un franquista, que la Transición fue un pacto de élites para perpetuar el franquismo, que el 23-F lo hizo Juan Carlos, a pesar de que lo frenó, o que la democracia española no es tal tiene derecho a pensarlo. Pero no está ajustado a la realidad. Frente a los bulos, hechos. Dato mata a relato, que dice el alcalde Almeida. Hay un mito falso que dice que a Juan Carlos lo puso Franco. Eso es una simplificación. Es verdad que Franco nombró sucesor a título de rey a Juan Carlos, pero lo hizo para enfrentarle con su padre, que era el verdadero adversario de Franco. Juan Carlos vivía en España porque su padre, cuando tenía 11 años, lo mandó a aquí y, así, poder ser una opción de restauración de la monarquía y llevar España a la democracia. Eso suponía entregar a su hijo a su adversario, que no debe ser una decisión fácil. Lo que hizo Juan Carlos fue desmontar el franquismo. En 19 meses, los españoles votaron en libertad para que los ciudadanos fueran quienes decidieran hacia dónde querían ir.
¿Qué opina de las voces críticas que han surgido contra aquella época?
No entiendo por qué la izquierda más radical ahora critica la Transición, teniendo en cuenta que fue esencial en el proceso. Fue esencial, generosa, ambiciosa y consiguió, 40 años después, lo que le había arrebatado la Guerra Civil y la dictadura, que era incorporarse a la gobernabilidad de España y la libertad. Creo que la Transición tuvo ese mérito de atraer a la izquierda hacia la gobernabilidad del país y frenar a la derecha que quería, una parte, apropiarse del sistema. Y esas críticas surgen de los enemigos de la democracia liberal, como Pablo Iglesias, Podemos, Sumar… Los partidos a la izquierda del PSOE son los más críticos con la Transición porque consideran que fue un pacto de élites. Hablan de ‘el candado de la Transición’, del ‘régimen del 78’, y es profundamente falso. En el otro extremo tenemos radicales nostálgicos del franquismo, que también quieren una España para la mitad de los españoles. Eso es intolerable y es atacar directamente el consenso y el espíritu de la Transición.
¿Hay algún otro personaje que haya visto perjudicada su imagen a pesar de su papel durante la Transición?
Creo que desde la muerte Franco hasta que gana el PSOE en el 82, que es la demostración práctica de que el proceso ha ido bien, todos los actores de ese tiempo, fueron personas de alto nivel. No quiere decir que todos hicieran bien. Pero sí se consiguió lo fundamental y fue un éxito. En los 90 es cuando se cierra el relato sobre lo que fue la transición. Es un relato reivindicativo de lo que pasó, pero desde entonces se nos ha olvidado, tal vez porque los que somos favorables pensamos que todo el mundo lo sabe y, de repente, han surgido estos movimientos críticos. Pero la inmensa mayoría de la ciudadanía, en cuanto lea este libro, valorará lo que fue aquello: un proceso lleno de amenazas, violencia y resistencias y, sin embargo, exitoso porque hubo una clase política que supo estar a la altura y un pueblo español que lo acompañó.
¿Qué tipo de riesgos corrió la instauración de la democracia?
En los 19 meses de los que hablo, pasaron muchísimas cosas. Estuvo muy amenazada en muchos momentos. Lo que más me sorprende al observar aquellos meses es descubrir que fue un camino lleno de riesgos y que podíamos haber acabado fatal. España podría haber acabado siendo un reducto posfranquista o haber caído en una revolución propiciada por la izquierda rupturista, que habría generado una inestabilidad para Europa tremenda, además de un desastre para los españoles. Sin embargo, consiguieron sortear todos los obstáculos gracias al talento de los políticos, al esfuerzo de la sociedad y a una especie de justicia divina que permitió que, por fin, España se pusiera a la altura de los tiempos después de dos siglos muy convulsos. La resistencia de la derecha más reaccionaria en lo que se llamaba el búnker, que no querían abrir España a los perdedores de la guerra. La de la izquierda más radical, que no quería aceptar a los vencedores de la guerra como iguales para hacer un pacto de convivencia. También el terrorismo de extrema izquierda, que trató de boicotear el proceso por la vía del asesinato y del secuestro. Los atentados de extrema derecha, que intentaron soliviantar al país para buscar un enfrentamiento civil. Los intentos del Rey por acercar a los líderes internacionales para que nos arropan salieron bien, pero podían haber salido mal. El presidente de la República francesa, por ejemplo, le dijo al enviado del Rey que iba a durar cuatro meses. El Partido Comunista le dijo bautizó a Juan Carlos como ‘Juanito el Breve’. Había amenazas por todas partes. Además, el proceso de desmontaje del franquismo y construcción de la democracia legal es un hallazgo político y jurídico muy complejo. La clase política y el triángulo virtuoso que formaban el rey, Torcuato Fernández-Miranda y Adolfo Suárez; consiguió convencer al franquismo para que se auto-aniquilara. Fue una maniobra política y jurídica admirable.
¿Le sorprende ver que Bildu ha entrado en el Gobierno a pesar de los atentados terroristas de ETA durante y después de la Transición?
La banda terrorista ETA comenzó con el franquismo. Entonces, había cierta simpatía entre la izquierda antifranquista con ETA, como luchadores por la libertad. Cuando llegó la Transición, siguieron matando 40 años más de una manera atroz. Se demostró que no querían acabar con Franco, sino con la democracia liberal y con la idea de España. Cuarenta años después, o casi 50, Bildu es uno de los ejes del Gobierno y algunas de las personas que forman parte de Bildu han sido condenadas por terrorismo. Habría que preguntarle a Pedro Sánchez si eso forma parte de un recorrido de democratización o si ha habido prisas para conseguir sus votos, que es más bien por lo que yo me inclino. El presidente del Gobierno siempre se le ha reportado y se la reprochará que ha hecho lo contrario de lo que dijo. No hay que irse a la oposición. Él dijo: «No pactaré con Bildu. ¿Se lo digo 20 veces?». En aquel momento, hacía falta que para que Bildu fuera un partido más hacía falta condenara el terrorismo de ETA, que ayudara a esclarecer los atentados no resueltos, que se contribuyera a pedir perdón a las víctimas y repararlas. Estas tres cosas no han pasado y el gobierno, sin embargo, ha incorporado a Bildu a la gobernabilidad dando eso por superado. El proceso no se había completado y Bildu ha sido blanqueado por el Gobierno. Que cada palo aguante su vela. Lo cierto es que las víctimas del terrorismo no han sido bien tratadas. Son un referente moral de la democracia española porque jamás se han tomado la justicia por su mano. Y seguro que no es por falta de ganas, porque cuando matan a tu padre, a tu hijo, a tu hermana, a tu madre o a tu mujer… Y, sin embargo, 850 muertos y ninguna venganza. Merecen todo el respeto y ahora mismo no están bien tratadas.
Enlace de origen : «España podría haber sido un reducto posfranquista o una revolución de la izquierda rupturista»