El ‘Cholismo’ se pone a 700 con un sufrido triunfo

No hubo quinto malo para un Atlético de Madrid que lleva tiempo instaurado en el cholismo más puro, con la defensa y Oblak como grandes protagonistas, y que confirmó ante un difícil y competitivo Alavés la buena racha previa al parón de selecciones. Los de Diego Pablo Simeone, que derribó otro muro ante los vitorianos para convertirse en el primer entrenador en alcanzar los 700 partidos con un mismo club de la Liga, siguen metiendo presión al Barça y al Madrid tras cosechar cinco triunfos consecutivos. Una victoria peleada y complicada, a la altura de tal cifra histórica para quien llegó al club rojiblanco la víspera de una Nochebuena de 2011 como revulsivo para reflotar a un club en horas bajas, y fiel a un estilo propio.

El preparador argentino ha ido marcando el paso de los colchoneros durante 14 años para elevarlo hasta la élite del fútbol europeo, salpicar de títulos su sala de trofeos y devolver la confianza de una afición sufridora como la que más, quien a pesar de los reveses, encuentra en el argentino el reflejo del ADN colchonero. Su increíble marca se divide en 413 victorias, 156 empates y 131 derrotas, siendo el entrenador con menor porcentaje de partidos perdidos en la historia del Atlético, con 1.168 goles a favor y 577 en contra, y 326 porterías a cero. 300 victorias en LaLiga (491 partidos), lo que le hace ser el tercer técnico en la historia en alcanzar esta cifra tras Luis Aragonés (344) y Miguel Muñoz (323). Un emblema, una bandera y el auténtico líder de un Atlético que vive partido a partido, alejado del ruido de las cifras y las opiniones, y que logró ante los de Luis García Plaza un sufrido triunfo que le mantiene en la lucha por una cabeza de la tabla que está carisima tras el nivel demostrao por los azulgrana de Hansi Flick.

Los del Metropolitano salieron grises como el tiempo de la capital, y sufrieron un revés inicial ante los babazorros, que han perdido cada uno de sus últimos seis desplazamientos en LaLiga. Con la frecuencia cardíaca en modo siesta rodó el esférico en el verde madrileño del barrio San Blas-Canillejas, y Jon Guridi aprovechó un penalti en el minuto 7 del imprudente Javi Galán para ilusión de los visitantes. Un tanto, el anotado por el de Azpeitia, que exigió un extra a un Atlético que le faltó chispa en el arranque, y al que el larguero, tras una sensacional mano de Sivera, negó la igualada después de un zapatazo de Samuel Lino.

La madera despertó a los locales que ya jugaban el duelo en una sola dirección, aumentando progresivamente la posesión, aunque se daban cabezazos ante un muro babazorro bien ordenado. Lo intentó Koke Resurrección y posteriormente Marcos Llorente, pero ahí estaba un espléndido Sivera.

A los rojiblancos les tocó jugar a contracorriente todo un primer acto en el que evidenciaron un estado de de nerviosismo como fruto de su incapacidad y su falta de lucidez. Tiró de nuevo el Atlético de Madrid los primeros 45 minutos de un encuentro en el que no fue reconocible su estilo de juego, abusando de tocar sin sentido y con una buena falta de energía que le impidió presionar cuando más falta hacía.

El avispero debía de agitarse y así lo hizo el Cholo, que tuvo que revolucionar un once que tenía varias ausencias de aquellos que llegaron de sus periplos con sus selecciones. Entró Alexander Sorloth para la pólvora y Giuliano Simeone para una garra que demostró nada más pisar el césped, y al que posteriormente se unió Julián Álvarez en el movimiento de fichas. Lenglet perdonó solo antes de que Sivera volviera a negar un tanto a los rojiblancos, esta vez al hijo del entrenador, el microondas de un equipo que logró la igualada con un penalti anotado por Griezzman tras una mano inocente y polémica de Abdel Abqar. A ningún equipo le han pitado más penaltis en contra en este curso liguero que al Alavés -6-, los mismos que a Las Palmas. Todos ellos acabaron en gol para un equipo que empezó a jugar con el reloj sabedor de la que se le venía encima. El subidón del tanto del atacante galo fue aprovechado por Sorloth, que necesitaba un gol como el comer, para que la efeméride del míster terminara en final feliz.

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