¿Por qué el Everest no es más alto si ‘crece’ todos los años?

El Everest es, con sus 8.848,86 metros, la montaña más alta de la Tierra. Ubicado en la cordillera del Himalaya, allí están también algunas de las cimas más elevadas del planeta: el Kanchenjunga, el Annapurna, el Lhotse… todos ellos más de ocho kilómetros por encima del nivel del mar. ¿Pero podrían ser más altas? La respuesta es sí. De hecho, como explica Arturo Apraiz, profesor del Departamento de Geología de la Facultad de Ciencia y Tecnología de la UPV/EHU, «el Himalaya sigue creciendo y lo seguirá haciendo durante millones de años». En concreto, se calcula que crece cuatro milímetros al año. Según el geofísico de la Universidad de Oregon Gene Humphreys, podría superar incluso los diez kilómetros. ¿Cómo? ¿Y por qué no es probable que suceda?

La cordillera del Himalaya se formó hace unos 60 millones de años cuando colisionaron los continentes de India y Euroasia. Como la corteza de ambos tiene una densidad semejante, ninguna de las dos se introduce debajo de la otra. Chocan y, por decirlo de alguna manera, se arrugan elevándose cada vez más. «Por eso se llaman cadenas de colisión. Los Pirineos también se formaron de esta forma», explica el profesor Apraiz. Pero si la convergencia se produce entre dos placas de diferentes densidades, la más densa se deslizará por debajo para introducirse en el manto terrestre generando grandes cantidades de magma que dan lugar a las «cadenas de subducción», que tienen gran actividad volcánica y sísmica. Esto es lo que ocurre en los Andes o en el Pacífico Sur, donde se encuentra el llamado ‘Anillo de fuego del Pacífico’, una franja de 40.000 kilómetros que concentra el mayor número de volcanes del mundo.



El Everest, como el resto de montañas, tiene varios ‘enemigos’ que frenan su crecimiento. Uno es la gravedad terrestre. Esta hace que se vaya achatando «al igual que una bola de masa de pan se aplana lentamente cuando se coloca sobre una mesa», explica Humphreys, que no menciona que podría ser mucho peor: sin ir más lejos, la presión en Venus es 90 veces superior a la de la Tierra, el equivalente a estar un kilómetro bajo el mar. El otro es la erosión. El viento, los ríos y, sobre todo, los glaciares. Estas lenguas de hielo que descansan sobre sus paredes las oradan de forma lenta pero inexorable. «Son como sierras que van desgastando las montañas. La erosión glacial crea una montaña empinada que luego es propensa a desprendimientos de tierra», añade Humphreys. Ambos factores hacen que «cuanto más alta es una montaña, mayor es la presión que sufre por la gravedad y más fuerte la tendencia a colapsar. En el caso del Everest, podía haberse elevado más pero su cara sur parece inestable», continúa.

El crecimiento de los volcanes

La forma que hubiera posibilitado una altura incluso por encima de los diez kilómetros hubiera sido que el Everest fuera un volcán. Estos crecen cuando entran en erupción. La lava se va acumulando en sus paredes a medida que se enfría, permitiendo que ganen altura. Así es como han alcanzado su colosal tamaño el Monte Olimpo, en Marte, que con sus 25 kilómetros de altitud es el más elevado del Sistema Solar. Este cuenta con una ventaja añadida sobre los volcanes terrestres. En el Planeta Rojo no hay placas tectónicas, lo que supone que este gigante siempre tendrá bajo sus entrañas «el punto de calor», a diferencia de lo que sucede en la Tierra. «Nuestro planeta es el único que conocemos que tiene tectónica de placas. Como estas siguen en movimiento, llega un momento que se desplaza el punto de calor. Así ‘muere’ un volcán pero se generan otros», corrobora el experto de la Universidad del País Vasco.



Ahora bien, incluso el Olimpo tiene límites para su crecimiento. Su enorme altura y la gravedad pueden hacer que el magma no logre llegar hasta la boca del volcán. «Se puede pensar en un volcán básicamente como una tubería por la que estás tratando de bombear lava. Si es demasiado alta, puede llegar el momento que no tengas suficiente fuerza para hacerla llegar a su extremo superior», explica Briony Horgan, una científica planetaria de la Universidad de Indiana citada por la periodista JoAnna Wendel. Y eso suponiendo que siga activo, porque no se ha detectado actividad alguna de forma reciente.

El Himalaya, y con esta el Everest, dejará de crecer cuando cese el empuje de la India contra el sudeste asiático. Hasta entonces, seguirá ganando altura, pero no demasiado.

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