Atascados con las palabras, ¿qué hacer cuando tu hijo tartamudea?

Tres tartamudos en un coche no es el planteamiento de un chiste, sino el comienzo de una historia de discriminación que sucedió hace no mucho tiempo en una autopista de Barcelona.

Los Mossos d’Esquadra detuvieron el coche para hacer un control de alcoholemia rutinario, que resultó negativo, pero les pareció tan sospechoso que aquellos tres jóvenes tuviesen dificultades para expresarse que se los llevaron a la comisaría convencidos de que estaban drogados y en pleno ‘cuelgue’. A la Policía ni se le pasó por la cabeza que se tratara de tres personas con dificultades de comunicación. El error de los Mossos ilustra con claridad el desconocimiento generalizado de la población frente a un problema que padecen 800.000 españoles.

No se ha probado que la causa de la tartamudez sea solo psicológica, pero los problemas emocionales nos predisponen a ella

Adolfo Sánchez tiene 62 años, es tartamudo, preside la Fundación Española de la Tartamudez y dirige una empresa de construcción con más de 2000 empleados. Nunca ha sentido que su problema fuera un obstáculo para triunfar en la vida, pero, cuando percibió que su cuarto hijo mostraba los síntomas, comenzó a preocuparse. «Busqué información y me di cuenta de que en España no existía nada: ni investigación, ni apoyos, ni ayudas ni asociaciones…, nada. Así que decidimos crear la fundación, no un foro de Internet para que la gente llore y se queje, sino un grupo de acción para sensibilizar a la sociedad y que los tartamudos dejen de estar en la más absoluta indefensión sanitaria y jurídica».

Su principal logro fue la eliminación de la tartamudez como causa de exclusión en las oposiciones a la Administración del Estado. Ahora, el principal caballo de batalla de la fundación es el aspecto sanitario, ya que la terapia combinada de logopeda y psicólogo (entre 60 y 100 euros la sesión, dependiendo del especialista) no está incluida en la cartera de la Seguridad Social. Además, también han firmado un acuerdo con la Clínica Teknon de Barcelona para crear el CEAT (Centro de Estudios Avanzados para la Tartamudez), una manera de paliar la falta de investigación científica.

Hay personas que solo se atascan en su trabajo y no en su vida personal; otros que tartamudean en español, pero no en inglés, y la mayoría deja de tartamudear mientras canta

Actualmente, y a pesar de múltiples estudios, sigue sin conocerse la causa de la tartamudez. Algunas pruebas de imagen cerebral revelan anomalías anatómicas en personas que tartamudean y en investigaciones realizadas con niños se muestra una desproporción de las sustancias gris y blanca en áreas del cerebro asociadas al habla, la audición y el lenguaje. Los médicos están convencidos de que en el origen hay un componente neuronal y genético, pero sigue sin haber estudios concluyentes. Se habla de factores de origen físico que predisponen, pero lo cierto es que los desencadenantes suelen ser factores de índole psicológica.

Muchos expertos coinciden en que el componente psicológico es indisociable de la tartamudez. Hay personas que son normofluidos en su trabajo, pero se atascan en su vida personal, o viceversa; otros que tartamudean en español, pero no en inglés, y la mayoría deja de tartamudear mientras canta (especialmente en un coro) o cuando interpreta un papel dramático en el teatro o el cine. El psicólogo Juan Cruz Cúneo cree que las causas de la disfemia son multifactoriales, «pero las cuestiones emocionales son piezas claves, detonantes de su aparición». También hace hincapié en la importancia de los padres. La angustia de los padres frente a la tartamudez de los hijos es clave. Desde hace unos años el método Lidcombe, desarrollado por el profesor Mark Onslow de la Universidad de Sídney, ha demostrado que en muchos casos son los padres quienes tienen la clave para ayudar a sus hijos a superar la disfemia.

El 55% de los niños que siguen un tratamiento precoz la superan, pero, a veces, si se excitan mucho, la tartamudez vuelve

La novedad de este método es que el papel del logopeda se centra en enseñar a los padres a llevar a cabo el tratamiento, sin interferir en el día a día del niño y teniendo en cuenta que cada caso y cada familia es diferente. Durante estas edades (de dos a seis años) el niño no es consciente de que tartamudea y no ve correcciones, tan solo un juego, y de ahí el éxito del tratamiento. Sin embargo, no a todos los terapeutas les parece la panacea. Ana Civit, decana del Colegio de Logopedas de Cataluña, cree que no sirve para todos y que el método Lidcombe requiere de «unos candidatos especiales». «Yo lo aplico al 50 por ciento –dice la logopeda– porque hay papás que se estresan demasiado y es contraproducente». Según Ana Civit, el 55 por ciento de los niños que siguen un tratamiento precoz lo superan, «pero tienen épocas y a veces el tartamudeo vuelve, sobre todo en Navidad, porque la incertidumbre, la excitación de los regalos y el hecho de que no sigan la rutina escolar los desestabiliza. Con los niños a veces es posible, pero con los adultos lo más honesto que puede decir un terapeuta es que la tartamudez no se cura, se puede trabajar y se puede mejorar, pero no va a desaparecer para siempre».

Cómo hablar con él

OCHO PASOS PARA AYUDAR A LOS MÁS PEQUEÑOS

No es culpa de los padres que un niño tartamudee. Pero introducir pequeños cambios en su forma de hablar y comunicarte con tu hijo puede ser de gran ayuda para reducir y/o eliminar la tartamudez y mejorar la confianza del pequeño.


1

Deben evitarse los pactos de silencio

Cuando un niño tartamudea, los padres y demás familiares encuentran a menudo la situación tan embarazosa que hacen como si su tartamudez no existiera. El niño se siente indefenso y solo ante su tartamudez. Lo único que se consigue es complicar las cosas. Debes intentar hablar con tu hijo sobre la tartamudez. Asegúrate de no mostrar ansiedad. Coméntalo de una forma informal.


2

Explícate con palabras sencillas

Evita utilizar palabras como «tartamudez», «experto» o «patologías del habla». Los niños no entienden el significado de estas palabras y las perciben como algo espantoso. Utiliza palabras que formen parte del vocabulario del niño. Por ejemplo, «palabras que se bloquean».


3

No le diga al niño que «hable despacio»

Tampoco que «se tranquilice» o que «respire hondo». Si lo haces, el niño perderá la confianza en su capacidad de hablar y su tartamudez aumentará. En su lugar, debes hablar despacio y sin prisas. Los niños tienden a imitar a sus padres. Utiliza frases cortas que el niño pueda entender con facilidad.


4

Si tu hijo te hace una pregunta, haz una pausa…

Que la espera sea de varios segundos antes de responder. De nuevo, el niño lo imitará y se tomará su tiempo a la hora de hablar.


5

Cuando el niño te hable, asegúrate de mirarlo

La tartamudez suele aumentar cuando el niño tiene la impresión de que el interlocutor no está escuchando. Préstale toda la atención cuando habla.


6

Ten paciencia con tu hijo

Muestra al niño que lo aceptas solo por cómo es y no muestres disgusto o preocupación por la tartamudez.


7

No interrumpa al niño cuando hable

Los niños están más relajados y tienen menor probabilidad de tartamudear si saben que no van a ser interrumpidos.


8

Elogia a tu hijo siempre que haga algo bien

Esto aumentará su confianza. La tartamudez es un trastorno muy sensible a condicionantes emocionales, cognitivos, lingüísticos y sociales. El grado de conciencia de las implicaciones y repercusiones en el entorno de la propia tartamudez constituye un factor importante en el devenir de su evolución.



Enlace de origen : Atascados con las palabras, ¿qué hacer cuando tu hijo tartamudea?

Scroll al inicio