Beatriz lleva 500 días aislada en una cueva de Granada

Es miércoles, 12 de abril de 2023. Hace 498 días, Beatriz aparcó su querida Cirila, la furgoneta que la acompaña en todas sus aventuras, en un lugar secreto de Granada. Tras acariciar el capó, como si fuera Silver o Rocinante, la mujer se adentró en una cueva a 70 metros bajo tierra de la que no saldría hasta que pasaran 500 días. Qui-ni-en-tos días aislada, encerrada, confinada, apartada, separada, incomunicada. Sola. Aunque para ella, en oscuridad total, serían siempre las cuatro de la mañana. El viernes 14 de abril, cuando suene el despertador, habrá batido el récord mundial de aislamiento total. Y habrá leído 60 libros.

No. Esto no es un sueño ni una pesadilla ni una canción de Joaquín Sabina. Es el reto que Beatriz Flamini, deportista de élite (karateka, alpinista, escaladora y espeleóloga) se propuso hace más de dos años. Flamini le lanzó el guante a la productora Dokumalia, realizadora de series documentales como ‘Rescate’, en La2. «Nos planteó su reto -recuerdan-: permanecer en una cueva sola, en aislamiento, sin referencias de tiempo y sin contacto con el exterior. Se trataba de un desafío personal de superación como otros muchos que había realizado anteriormente. Pero, en este caso, se prestaba a todos los estudios que otros quisiesen hacer con ella. Muchos científicos se apuntaron».


Flamini, antesde entrar a la cueva.


Dokumalia


Hace casi 500 días, la productora entrevistó a Beatriz en esta cueva de Granada, justo antes de entrar. Se quedó allí sola, sin pantallas con referencias de horas ni días, y con dos cámaras GoPro para que fuera narrando sus vivencias. Flamini ha ido dejando, cada cierto tiempo, las tarjetas de memoria de las cámaras en zonas de intercambio a la que solo podían acceder un grupo determinado de espeleólogos. «Un proceso que nos ha hecho acercarnos a ella, conocerla a fondo, admirarla y quererla. Y nos ha empujado a apoyarla a muerte hasta el final. Ahora solo nos queda verla salir y compartir su adaptación en el exterior», explican desde la productora.

Todo ese material se convertirá en una serie de televisión, el proyecto ‘TimeCave’, en la que podremos ver su día a día, cómo cambia su cuerpo y su mente, la sensación de haber entrado en un bucle eterno en el que siempre son las cuatro de la mañana… «Momentos de terror y euforia, falta de memoria y concentración, alucinaciones, cambios de humor, incidentes imprevistos que han podido mandar todo al garete, filosofadas sobre el sentido de la vida, la muerte, Dios, lúcidas reflexiones que te hacen plantearte tu propia vida, las reglas sociales aceptadas por todos y cualquier forma de vida aprehendida… Y te solidarizas con la cordura de alguien que se atreve a hacer lo que le hace feliz y lo que nosotros nunca nos atreveríamos a hacer».

La ciencia


Dokumalia


Para desarrollar el reto de Beatriz se ha formado un grupo de trabajo con científicos, espeleólogos y entrenadores físicos, que han seguido de cerca toda su evolución. Julio Santiago de Torres, del Departamento de Psicología Experimental y Fisiología del Comportamiento de la Universidad de Granada (UGR), explica que el objetivo central de su investigación en ‘TimeCave’ ha sido «estudiar cómo afecta el aislamiento social y la desorientación temporal extrema a la percepción del tiempo».

«Es bien conocido, por experiencias similares de menor duración, que la desconexión de claves temporales (ciclos de luz y oscuridad, relojes, calendarios…) produce cambios muy importantes en los ritmos circadianos de la persona, habiéndose documentado aumentos importantes de la duración objetiva de los días en los que la persona experimenta un día como si fueran cuatro». Sin embargo, está muy poco documentado cómo afecta la desorientación temporal a la percepción y procesamiento de duraciones temporales más breves, que van desde el rango de segundos al de minutos. Para ello, se desarrollaron una serie de tests computerizados a realizar repetidamente durante la estancia en la cueva y posteriormente.

También desde la UGR, Juan González Hernández, del Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico, profundizarán en cómo Beatriz lidia con el sufrimiento. «Es el reto más difícil. Habrá habrá experimentado miles de experiencias de sufrimiento en su convivencia consigo misma, con la cueva, incluso con quien ella haya elegido mentalmente compartirlas», dicen. El objetivo de este acompañamiento científico a Beatriz es conectar toda esa experiencia psicológica con su interior y desarrollar, a través de sus narrativas, aquellos aspectos vinculados a su experiencia con el sufrimiento y que han sido «reales» para ella en su aventura.


Beatriz, durante su estancia.


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Imagen principal - Beatriz, durante su estancia.

Imagen secundaria 1 - Beatriz, durante su estancia.

Imagen secundaria 2 - Beatriz, durante su estancia.

María Dolores Roldán Tapia y Adrián Rueda, del Departamento de Psicología de la Universidad de Almería (UAL), analizaron los posibles cambios neuropsicológicos y cognitivos que conllevan este tremendo desafío: la soledad, la ausencia de luz, el aislamiento cognitivo y social… Previo a la entrada a la cueva de Beatriz, se le realizó una valoración exhaustiva de la corteza cerebral y sus funciones cognitivas asociadas a través de pruebas neuropsicológicas clínicas y experimentales y de software desarrollado por el equipo de la UAL para la valoración de altas capacidades de razonamiento y memoria semántica.

María José Martínez y Beatriz Rodríguez, de Kronohealth, empresa madrileña de cronobiología, han estudiado los ritmos circadianos y el sueño de Beatriz bajo las condiciones excepcionales en las que se encontraba.

Espeleólogos

Esta aventura tan sorprendente no hubiera sido posible sin el grupo de Espeleólogos de Motril, que se ocupó de preparar la cueva para que pudiera ser habitada durante los 500 días. «Elaboramos un plan de emergencias que incluía entre otras cosas el cerramiento de la cavidad para evitar caída de animales y prevenir la entrada de intrusos, trazamos un amplio sendero con dimensiones suficientes para transportar una camilla que llega hasta una explanada que limpiamos para hacer posible el aterrizaje de un helicóptero de evacuación en caso de emergencia».


Los espeleólogos, en una de sus entradas a la cueva.


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Durante el aislamiento, la principal función de los espeleólogos ha sido velar por la seguridad de Beatriz controlando su estado de salud a través de las cámaras de vigilancia, las tarjetas de vídeo y las notas que extrajeron de la sima que enviaban a la psicóloga e investigadores. Otra de las funciones ha sido suministrar los alimentos y el agua, retirar la basura a través de intercambios que se realizan en un punto intermedio de la cavidad donde no es posible cruzarse ni mantener comunicación.

En este tiempo, subrayan los espeleólogos, han sido necesarios una tonelada y media de material y alimentos, se han consumido 1000 litros de agua y Beatriz ha leído 60 libros.

Beatriz entró con 48 años y saldrá con 50. ¿Qué sentirá al salir de la cueva? «La clave de la vida -dijo, hace 498 días, antes de entrar- está en ser quien realmente eres y permitirte ser quien eres. Pensar en si hoy me siento bien conmigo. Y mañana, bueno, mañana ya se verá».

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