Los primeros son cerca de una quincena aunque ayer, en el primer pasacalles de la comparsa de Logroño, apenas salieron media docena de cabezudos, entre ellos Verrugón, Clown, Demonio o Teresa Panza. Los segundos, los cabezones a los que me refiero, son muchísimos más, cientos, miles… Casi todos los niños pequeños que estaban ayer por las calles logroñesas disfrutando la fiesta y que, como el nuestro, tienen en la testarudez una fiel compañera de viaje. ¿Verdad papás? El de Nora lo compartirá porque ya se lo decía a su hija cruzando la Gran Vía para ir al encuentro de los gigantes y cabezudos. «¡Que sí, que ya llegamos, qué cansa eres!», exclamaba.
A las doce del mediodía en Bretón de los Herreros, a la altura del teatro, hizo una parada el desfile que encabezaban todos los gigantes habituales salvo los peñistas Paco y Rosi. Nuestro primer acercamiento a ellos generó recelo en el crío que llevaba en brazos. Les vimos pasar a todos, escrutando a cada uno, hasta que llegaron los cabezudos. Entonces la cosa incluso empeoró. Fue ver a Verrugón y el niño se agarró a mi cuello sin soltarme hasta dejarme casi sin aire. No le generaba ninguna confianza,
En cambio, había que seguir sus pasos. Hacia la calle Portales que fuimos y junto a la Oficina de Turismo que nos quedamos porque allí también se detuvieron a repostar –y almorzar– los esforzados portadores de las figuras. Con los gigantes y cabezudos parados parecía que había desaparecido el miedo. Entonces al chiquillo sí que no le importaba ponerse a su lado o tocarle.
Si por él hubiera sido, de ahí no se habría meneado en horas. Porque no había manera de moverle a nuestro cabezón. Al final, y tras una larga espera, ganamos los mayores, eso sí con el típico engaño de «te compro una bolsa de patatas fritas si nos vamos». Dicho y hecho. Y nos acercamos a ver a Tragantúa a la plaza de Ángel Bayo. Que los niños entraran por la boca de este hombre y salieran por el culo era algo que le sorprendió. Hoy probaremos.
Enlace de origen : Cabezudos y cabezones