El voto de la generación de la crisis

Aspasia, 21 años: «No conozco a nadie de mi generación que esté contento con el partido al que va a votar en estas elecciones. Y eso siempre que no opten por la abstención. Al final tienes que quedarte con el menos malo o con el que crees que tal vez resuelva mejor tus problemas y los de tu familia». Aspasia procede de una isla del Egeo y reside en Atenas, donde estudia Ciencias Políticas. Pese a su interés por la materia, no esconde el hastío que le generan los partidos de su país, a quienes considera responsables de la difícil situación en que se encuentra Grecia. «Yo votaré a Kyriakos Mitsotakis», confiesa con poca convicción cuando se le pregunta cuál será su elección en las urnas. Se refiere al primer ministro saliente y líder del partido de centro derecha Nueva Democracia, el gran favorito en los comicios generales de hoy. Los sondeos, no obstante, vaticinan que lo tendrá difícil para conseguir la mayoría absoluta, por lo que se apuesta por una repetición de las elecciones a principios de julio.

«Mitsotakis ha hecho muchas cosas que no me han gustado, pero con Tsipras mis padres no aguantaban más. Fueron años muy difíciles. Tienen un negocio y sufrían con los impuestos tan altos», recuerda Aspasia. Le hace eco su compañera Danae, de 23 años, quien tacha de «súper alta» la presión impositiva para los trabajadores por cuenta propia durante el Gobierno precedente liderado por Alexis Tsipras (2015-2019), candidato del partido izquierdista Syriza. Como tantos otros jóvenes helenos, Danae ha dejado de confiar en que su país pueda ofrecerle un futuro y está resignada a la idea de tener que emigrar cuando termine sus estudios universitarios. «Grecia es una nación muy hermosa, pero sólo para venir de vacaciones. Yo llevo toda la vida en Atenas, he nacido y crecido aquí. Pero me tocará buscar un empleo en Londres, Nueva York, Helsinki o Ámsterdam. Me gustaría vivir en un lugar más limpio y ordenado y que me ofrezca más oportunidades».

Las expectativas de Danae son mayoritarias entre los miembros de las nuevas generaciones helenas. Según un sondeo realizado el año pasado por el centro de estudios Dianeosis, el 77% de los griegos de entre 17 y 24 años están dispuestos a marcharse a otros países para encontrar un trabajo mejor remunerado. También en la franja de edad superior, entre 25 y 39 años, el porcentaje es muy alto: 71,9%. «Son generaciones que han vivido su niñez, adolescencia y primera juventud en medio de una continua crisis. Primero estuvo el problema de la deuda con los sucesivos rescates. Fueron años dramáticos con enormes recortes. Cuando empezó a superarse esta situación en 2019, llegó la pandemia Y el año pasado, en el momento en que parecía que por fin volvíamos a una situación tranquila al remitir el coronavirus, estalló la guerra de Ucrania y se dispararon los precios. Los jóvenes griegos no saben lo que es vivir en una situación de estabilidad ni prosperidad», explica Nick Malkoutzis, director del portal de análisis político y económico Macropolis.

Crecer en una situación de crisis permanente deja secuelas profundas. «Claro que te afecta psicológicamente –reconoce Aspasia–. No sabemos qué va a pasar con nuestro futuro, si vamos a poder alcanzar una estabilidad laboral y cuánto dinero ganaremos. Eso genera mucho estrés». Sus amigos y compañeros de clase asienten cuando explica que los jóvenes helenos no confían en las posibilidades de su país para ofrecerles una buena calidad de vida. «Sabemos que sólo podemos contar con nosotros mismos y con nuestras familias. No estamos en una nación fuerte que nos respalde». Petros, un ateniense que sobrevive gracias a trabajos precarios y temporales con los que gana poco más de 500 euros al mes, confirma que desde hace años se ha impuesto la idea de que hay que salir del país para labrarse un futuro: «Si tus padres no son ricos ni pueden enchufarte en algún empleo bueno, lo mejor que puedes hacer es estudiar idiomas para buscarte la vida en el extranjero».

Katerin, de 22 años, asegura incluso que en la pequeña isla de donde procede «la mitad de la gente» piensa que resulta «inútil» estudiar porque al final su futuro no depende de la formación, sino de los contactos que tenga su familia o comunidad. «Sé que suena a teoría de la conspiración, pero este país funciona así. Son las mismas familias las que controlan la política y la economía y, si te llevas mal con los que mandan, lo pagas. En mi isla, que es mayoritariamente de izquierdas, nos quedamos durante un mes sin ferry porque la población no era favorable a Mitsotakis».

Katerin cuenta que este hartazgo le ha llevado a decidir votar en blanco, si es que finalmente opta por acudir al colegio electoral y no se queda en casa. También siente una fuerte desafección hacia los políticos Panos, de 20 años y que sueña con ser diplomático. «Nuestra generación siente que casi todos los partidos han sido incapaces de gobernar y de lograr que el país se levante. Eso explica que en las elecciones de 2019 hubiera más de un 40% de abstención, un porcentaje similar al que creo que habrá también ahora», dice.

Para tratar de involucrar a las nuevas generaciones en la política, Grecia permite que voten los jóvenes que cumplan 17 años en el plazo de un año. Son de esta manera 440.000 los electores de entre 17 y 21 años que participarán por primera vez en unos comicios. «Es una buena idea, pero el problema es que en la escuela no recibimos suficiente información sobre política. Estamos influenciados básicamente por nuestras familias y por lo que escuchamos a nuestro alrededor», sostiene Elena, que duda entre elegir la papeleta de Syriza o la de Mera25, el partido izquierdista liderado por el conocido economista Yanis Varoufakis. De lo que está segura es de que no va a votar a Mitsotakis.

El accidente ferroviario

El primer ministro saliente trata de seducir a las nuevas generaciones y de propiciar que regresen los emigrantes jóvenes esgrimiendo el descenso en los niveles de desempleo. El de los menores de 24 años está en el 24%, frente al 40% de hace cuatro años, mientras que el general se sitúa en el 10%, la mitad que al principio de la legislatura. «El problema es que cuando vas más allá de las cifras y miras con detalle, ves que muchos de esos trabajos son sólo en el sector del turismo y de la hostelería, tienen un carácter temporal y están mal pagados», advierte Malkoutzis. «No nos podemos extrañar de que la juventud no vea perspectivas de futuro para seguir viviendo aquí y piense en marcharse del país».

Para este experto, el maltrato que Grecia dispensa a sus jóvenes queda simbolizado en el accidente ferroviario cerca de la ciudad de Larisa (norte) del pasado mes de febrero, en el que fallecieron 57 personas, en su mayoría estudiantes universitarios. Aquel incidente propició graves protestas que obligaron a Mitsotakis a retrasar un mes la convocatoria de las elecciones.

«La gente mayor, que es la que controla el poder, no piensa en las nuevas generaciones, que son quienes principalmente cogen los trenes porque son baratos», advierte el director de Macropolis. «La falta de inversiones en la red ferroviaria es sintomática de la falta de interés. Durante años no se invirtió en seguridad, en las señales, en personal ni en modernizar nada. Y son los jóvenes los que han acabado pagando por ello».

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