Escribir y rodar desde el recuerdo de Bataclan

Andrea Morán

El 13 de noviembre de 2015, Ramón González salía con vida de la Sala Bataclan de París. Esa misma noche tomó dos decisiones que al principio se manifestaron como impulsos. Una, escribiría sobre el atentado que acababa de sufrir y dos, dejaría su trabajo como programador informático. «De inmediato sentí un pico de euforia, te das cuenta de que has sobrevivido y piensas ‘tengo que vivir como realmente quiero vivir, tengo que hacer lo que realmente quiera’», recuerda González.

Ambos deseos se han cumplido. En 2018 publicó ‘Paz, amor y death metal’, una reconstrucción de su vivencia, y ahora trabaja como profesor de español en un instituto de la capital gala. Pero este no es un relato de autorrealización ni de psicología positiva. Es un relato sobre cómo narrar el abismo a la muerte, primero en palabras y después en imágenes, porque de aquel fatídico día, del que pronto se cumplirán siete años, salió una novela y ahora una película.

Este viernes llega a los cines ‘Un año, una noche’, de Isaki Lacuesta, inspirada en la novela de González. Entre una y otra hay cambios que se deben, obviamente, a la libertad creativa pero otros responden a las diferencias entre el código literario y el cinematográfico. «Ramón está legitimado a contar unas cosas que nosotros no podíamos contar», dice Lacuesta. ¿Qué se puede decir con palabras y quién puede hacerlo? ¿Qué se puede mostrar en imagen y dónde está el límite? Lo primero es conocer el proceso de creación de la novela, que en parte nació de la necesidad de narrar, de compartir. «Sacarlo y así limpiarme», dice González. Aquí lo cuenta él mismo frente a la playa de la Concha, en mitad del pasado Festival de San Sebastián donde la película participó en la sección de Perlas:

El tabú de la representación

Cuando Isaki Lacuesta leyó el libro de Ramón González se sintió abrumado. «Era un tema complejo, delicado», recuerda el director. «Lo que más nos interesó fue justamente lo que no salía en los medios. Todo ese año que siguió a aquel día, esa historia de amor a prueba de balas». Emplea el plural porque este guion lo firman Isa Campo, Fran Araújo y el propio Lacuesta, «y seguramente sea el que más nos ha costado escribir».

Un momento del rodaje de la película

Una escena clave que vemos fragmentada a modo de flashbacks es el momento del tiroteo en la sala. «Ramón comienza el libro describiendo a los terroristas que disparan contra el público pero nosotros decidimos que nunca los mostraríamos», explica Lacuesta. «Optamos por ver solo los ojos del personaje y el horror que ellos ven». Habla de esta película como un proceso de aprendizaje en el que, a modo de prueba y error, fueron encontrando cómo encuadrar la violencia: «No quería incurrir en esa especie de cobardía de cierto cine de autor al esquivar lo que es difícil porque sabes que te van a aplaudir». No aparecen las siluetas ni los rostros de los asesinos, pero la violencia sí que surge en multitud de gestos, por ejemplo en la escalera por la que muchos trataron de huir o en la mera idea del montaje, donde los días son sacudidos por estos flashbacks, un eterno retorno que interrumpe sin tregua la vida.

Otra imagen que podía estar pero que no se sostuvo fue la del foso. «Las personas que lo vieron lo llaman la montaña de cuerpos. Yo imaginaba que cuando el personaje femenino atraviesa ese espacio ya con la policía, al salir, podían aparecer los cuerpos desenfocados al fondo». Sin embargo, cuando vieron lo rodado decidieron eliminar la imagen, les resultaba «obscena». «El kilómetro sentimental que tenemos con las víctimas de Bataclan todavía es escasísimo. Puede que ese tipo de plano desenfocado funcione en películas como ‘El hijo de Saúl’, pero no aquí, todavía no».

Lo belleza contradictoria de lo concreto

‘Un año, una noche’ es una adaptación pero no solo de un libro, también de los recuerdos, maleables, que han seguido brotando años después del atentado. «Cuando mi novia y yo cenamos con Isaki, Isa y Fran la primera vez, ella se abrió», dice Ramón González. «Empezó a contarles cosas que ni yo sabía y de las que me enteré al mismo tiempo que ellos». Su libro ya estaba en imprenta cuando su pareja comenzó a poder compartir cómo había vivido aquella noche y qué huella le había dejado.

La actriz Noémie Merlant da vida a Céline

La película, en cambio, sí llegó a tiempo para captar el proceso de los dos. «Queríamos introducir el punto de vista de Céline», explica Lacuesta. «Y digo Céline y no su nombre real, latino, porque ese fue otro gran cambio respecto al libro, el hecho de que ella sea francesa». Esto añade una perspectiva nacional sobre un atentado en el que murieron personas de más de doce países distintos, pero que en Francia han sentido muy propio.

Tanto ‘Paz, amor y death metal’ como ‘Un año, una noche’ son historias que se alimentan de los detalles, de lo concreto, «esas cosas que a un guionista o a un escritor no se le hubieran ocurrido», cuenta González, que en la pantalla es interpretado por el argentino Nahuel Pérez Biscayart. «Pueden ser bromas, reacciones o comentarios que dicen más del atentado que hablar durante páginas y páginas de sangre o de cuerpos», explica.

El personaje de Ramón González en la ficción

La película ha sabido recoger esas referencias y guiños a la vida real, como esa rata del cuarto de la basura que ya se ha vuelto un chiste cómplice para la pareja o la escena tan divertida en la que los protagonistas comparan los peores mensajes de duelo que han recibido después del atentado. Hay espacio para el humor y la belleza en medio de ese proceso traumático que es reintegrarse en la vida. «Claro, es una belleza contradictoria, aparece donde no debería estar», dice Lacuesta y la sitúa por ejemplo en la escena de la evacuación, una coreografía de cuerpos, luces y ambulancias. En cuanto al efecto contradictorio, también resurge cerca del desenlace, cuando vamos descubriendo que recuerdos hay de muchos tipos… «Al igual que en nuestra cabeza, en el cine los inventados y los reales tienen el mismo peso. La misma imagen. El cine es muy bueno para juntar dos cosas que son imposibles. A mí eso me fascina», concluye.

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