«Yo lo vi todo y todo lo denuncié. Hay muchas cosas que todavía no se saben, pero aún falta por salir lo peor». Sofía (nombre ficticio para preservar su identidad) estuvo viviendo en el complejo de la Fundación Masahandi de Abanilla, en Murcia. Ella es una de las testigos que denunció las prácticas que se llevaban a cabo supuestamente en la secta bajo el mandato de José Manuel C., el líder de la fundación y autodenominado ‘Trascendencia total’. Según su testimonio, fue la primera persona en poner en conocimiento de la Policía Nacional parte de los delitos que supuestamente habría cometido el líder budista, que suministraba mercurio purificado a sus adeptos.
‘Azogue’ es la palabra que eligieron los investigadores de la Comisaría General de Información para dar denominar la operación. Azogue es un término de procedencia árabe que significa ‘mercurio’. La denominación del operativo, de este modo, cobra todo el sentido y más aún cuando los agentes abrieron un zulo en mitad de un paraje de Abarán y hallaron dentro del agujero 180 kilos de este metal pesado. ¿Para qué los quería José Manuel C., ahora también conocido como ‘el gurú del mercurio’? Para, al parecer, elaborar, a través de la alquimia, un compuesto llamado ‘mercurio purificado’, un elixir esotérico utilizado en la medicina china ancestral.
«Esta historia, desgraciadamente para mí, la destapé yo, porque nadie tuvo la valentía de hacerlo, porque allí dentro se vive con miedo». Sofía explica que llegó al complejo, asentado en la localidad de El Tollé, de un centenar de habitantes, en un retiro de meditación, pero nunca fue seguidora de ‘Trascendencia total’ ni asistió a las ceremonias. Desde la casa-cueva en la que vivió, no obstante, vio y escuchó muchas situaciones que le llevaron a salir de allí en cuanto pudo y denunciarlo todo. Cuando estaba viviendo allí, en el año 2020, le pilló la etapa del confinamiento por la covid-19 y tuvo que quedarse en una especie de «encierro» en ese lugar. «Hubo una persona que se marchó cuando empezó la pandemia, pero no quería dejar la vivienda vacía, porque sabía que en cuanto la abandonara, ellos [la Fundación] se quedarían con la propiedad».
«Una mujer me dijo que iba a tener allí a sus hijas de retiro para que el líder pudiera reproducirse con ellas»
Esta persona que se marchó, le cedió la cueva para que ella la habitara. Sofía recuerda que en la época de la pandemia, la Fundación vendía en tarros supuestas medicinas de homeopatía para combatir la enfermedad. «Me decían que debía limpiar los tarros, que sumergían en vinagre, con bastoncillos sucios. Limpiaba unos cien al día».
Creencias a la carta
Una de las características de la Fundación Masahandi es que en ese espacio confluían tres religiones. La budista, la hinduista y el cristianismo. Sofía asegura que de esta manera podían abarcar el interés de más fieles con distintas creencias. «De pronto, un día canalizaba a Buda y al día siguiente a Santa Teresa de Jesús… Yo, que soy budista y he pasado cinco años en un monasterio tibetano, puse en duda el ritual tibetano que hacían y una de sus consortes me amenazó que si volvía a cuestionar a la dirección, ‘ella cortaba cabezas’».
«Daban drogas y colocaban diademas de mercurio. Salían de allí dándose golpes contra las piedras, lloraban y ponían los ojos en blanco»
La adoración por ‘Trascendencia total’ era tal que, según afirma, tras su detención y su ingreso en prisión, el pasado domingo, por cinco delitos, sus seguidores ya comparan lo que le está ocurriendo con lo que le pasó a Jesucristo. «Igual que mataron a Jesucristo, ahora creen que están matando al próximo Mesías, que es este José Manuel». El núcleo más cercano al líder budista residía en casas-cueva situadas en torno a la vivienda del maestro. Él pasaba largas temporadas encerrado acompañado de varias mujeres, las cuales le asistían y realizaban las tareas que este disponía. Cinco de ellas eran sus consortes. Según denuncia la testigo, en su estancia en el complejo de la fundación conoció a un matrimonio que tenía dos hijas. «La madre me dijo que iba a tenerlas allí dos años de retiro para que él pudiera reproducirse con ellas», rememora indignada.
Donaciones que rompen vidas
Para acceder al camino del ‘Dharma’ –en el hinduismo, vida alineada con el alma con la que se consigue la liberación– los fieles que llegaban a la fundación debían abandonarlo todo. Según se desprende de la investigación policial, los adeptos cortaron la relación con su círculo familiar y social para entregarse fielmente a las decisiones de ‘Trascendencia total’. Él, por su parte, los denominaba ‘renunciantes’.
«Todo el terreno que tiene está en beneficio suyo. Tú puedes vivir como mucho en usufructo. Esta demanda de vivir en precario incluía donaciones de miles de euros. Han destrozado familias que han sido desahuciadas y han perdido sus casas por donaciones. Lo que hay es una estafa piramidal de una secta en niveles mayúsculos», asegura. Sofía afirma que hay más de una treintena de testigos, que, a pesar de que al principio poca gente le hizo caso, «nos hemos ido juntando hasta que han detenido al líder de la secta».
Entre las denuncias que asegura que hay en el caso está la de una mujer a la que le prohibieron ver a su hija porque era una de las cinco consortes del maestro. La Policía también investiga el caso de otra mujer que murió de cáncer en las instalaciones de la fundación donde acudió, «porque el maestro la iba a sanar de esa enfermedad y, evidentemente, no la curó».
Sustancias para abrir la mente
«José Manuel es una persona ávida de poder, que se ha tomado tantas drogas que se cree realmente lo que dice ser». Sofía explica que la idea de ‘Trascendencia total’ era vivir en lo que en el hinduismo se conoce como Ashram, un lugar de meditación donde conviven los alumnos con el maestro. «Poco a poco, él fue quitando a los hombres y aumentando el número de mujeres».
En las ceremonias ofrecía drogas psicodélicas, como LSD y DNT, «la madre del líder decía que servían para despertar la ‘kundalini’». En las ceremonias que programaban de madrugada con los miembros del círculo más cercano del líder había que pagar 50 euros por asistir. «Daban drogas y colocaban a los asistentes diademas de mercurio» que servían supuestamente para transmutar la conciencia.
«Salían de allí dándose golpes contra las piedras, saltaban, lloraban, ponían los ojos en blanco. Había gente que juraba que había visto a Dios Era absolutamente paranoico. En una ocasión, a una de las seguidoras le dio una taquicardia y se la llevaron a urgencias por el mercurio».
Enlace de origen : «Falta por salir lo peor» de la secta budista del 'gurú del mercurio'