Impulso para un mañana renovable

El esquema energético en La Rioja no ha cambiado en los últimos años salvo por un par de instalaciones fotovoltaicas recientes. En 2006 se levantaron los últimos molinos, en Igea-Cornago, y es que es la eólica la que mueve las renovables. Sus  catorce parques suman el 31,8% de la potencia instalada total de La Rioja, frente al 7,1% que aportan la veintena de instalaciones fotovoltaicas y el 3,7% de la hidráulica. Junto a otros pequeños aportes, las renovables representan el 42,6% de la potencia instalada, si bien, en cuanto a generación de electricidad pueden superar ese porcentaje.

En 2020, las renovables produjeron el 60,3% de la energía riojana; el pasado año volvió a dominar el gas de la planta de ciclo combinado de Arrúbal, que generó poco más de la mitad de la producción eléctrica. Algo por debajo quedaron las renovables, con la eólica al 36,6%, la fotovoltaica aportando un 6,35% y la hidráulica un 4,5%. La meteorología es una variable íntimamente ligada a la generación renovable, pero también entra en juego el mercado energético y la relación entre producción y demanda, que debe ser pareja. Por ello, pese a que la potencia instalada no cambia desde hace años, los datos de producción son volátiles.

La Rioja ha mantenido siempre una posición privilegiada en cuanto a la cuota renovable, por encima de la media nacional, pero de cara al futuro, la exigencia aumenta. El Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030 (PNIEC) marca la pauta en este aspecto, estableciendo que para la próxima década el 74% de la generación eléctrica española debe ser renovable. En 2050, el objetivo es alcanzar el cien por cien, pero ese es otro capítulo. Pese a tratarse de una exigencia nacional, La Rioja también quiere hacerla suya. «Es una cuestión de responsabilidad, tenemos un compromiso como estado y no podemos mirar para otro lado, cada Comunidad debería adherirse», expone Álex Dorado, consejero de Sostenibilidad y Transición Ecológica.

La gran pregunta es cómo llegar a ese 74% cuando La Rioja se mueve habitualmente en un cincuenta-cincuenta. La respuesta llega de la mano de los nuevos proyectos eólicos y fotovoltaicos. En 2020, el Ministerio para la Transición Ecológica estableció una serie de plazos que todos los promotores debían cumplir. El anteproyecto y el proyecto constructivo abarcaban las dos primeras fases.

Todos los actores afectados por la instalación de parques energéticos y sus líneas de evacuación pueden presentar alegaciones y condicionados, siendo estos últimos de obligado cumplimiento. En este sentido, en aproximadamente el 70% del territorio riojano no se pueden construir instalaciones eléctricas y la Declaración de Impacto Ambiental favorable es el hito más importante a alcanzar. «Es necesario el equilibrio, hacer renovables desde un punto de vista ordenado, sin que menoscabe los valores naturales de La Rioja», subraya Álex Dorado. Antes, Red Eléctrica Española debe confirmar que estos planes cuentan con cupo en el sistema energético y sus centrales de destino.

Todas las iniciativas energéticas deberán haber recibido el visto bueno el 25 de julio para arrancar su construcción. En La Rioja, 22 proyectos de parques fotovoltaicos (que suman 666 MW) y 2 eólicos (68 MW, con 11 aerogeneradores en total) tienen que llegar a ese plazo, algo que se da por supuesto, ya que a estas alturas del proceso el coste de no ajustarse a los requisitos y echarse atrás es muy alto. El siguiente hito se marca para 2025, año en el que las instalaciones entrarán en funcionamiento.

Los proyectos en marcha sobre suelo riojano supondrán un importante aumento de la producción verde, especialmente en la fotovoltaica, ahora poco relevante y que superará a la eólica. En caso de completarse esos 24 parques de forma favorable, la potencia instalada de las renovables pasaría de representar el 63%, frente al 42% actual. La producción podría alcanzar ya ese objetivo del 74%.

Iván Moya, director general de Transición Energética y Cambio Climático, habla de las dificultades que se atisban y la importancia de «diversificar» en fuentes de energía. «¿Cómo vas a abastecer al país una noche de verano sin sol ni viento? Por eso, en las planificaciones a largo plazo siguen siendo importantes las tecnologías de respaldo, como el ciclo combinado», explica Moya. Una de las soluciones esenciales en el reto de la transición energética es «avanzar en las tecnologías de almacenamiento», que permitan acumular energía eólica y solar para emplearla cuando se den condiciones adversas.

Otro de los prometedores caminos a explorar en la potenciación de las energías limpias es el hidrógeno verde, que comenzará a producirse en Arrúbal en 2025 junto a la planta de ciclo combinado que lo podrá aprovechar. También, en cuestión de la reducción de la demanda que menguará la dependencia del gas, entra en juego la energía de autoconsumo, que, pese a ser aún mínima, se ha multiplicado por quince desde 2019 e irá a más.

«El cambio climático es el mayor enemigo del paisaje, de la agricultura, de la salud, de la economía… No tenemos tiempo que perder», subraya Álex Dorado. Con un objetivo claro, múltiples cuestiones dibujan el futuro energético de La Rioja, que será verde o no será.