«Querida Giorgia». Pedro Sánchez y la primera ministra italiana, la dirigente de la extrema derecha Giorgia Meloni, no han ofrecido una rueda de prensa abierta a preguntas al término de la reunión que ambos han protagonizado en el palacio Chigi de Roma, pero tanto el presidente español como su anfitriona se han afanado en ofrecer una imagen de sintonía en defensa de los intereses comunes que enlazan desde hace siglos a ambos países y ante los retos presentes y futuros de Europa en el mundo. No se ha tratado solo de lo esperable -que se orillaran las divergencias más acusadas en atención a la diplomacia y «los lazos» que «siguen vivos», en expresión de Sánchez-, sino de los calculados gestos de complicidad intercambiados.
El presidente ha dispensado ese apelativo afectuoso, el «querida Giorgia», a su interlocutora en el marco de una declaración institucional en la que ha atribuido a la presión hispano-italiana en plena pandemia la conquista de los fondos Next Generation -aunque entones estaba al frente del Gobierno transalpino Mario Dragui-, ha subrayado el carácter «estratégico» de sus relaciones y ha llamado «a compartir para competir mejor» siendo así «más fuertes» en la UE y más allá de ella. La aludida ha preludiado las manifestaciones del mandatario socialista felicitándose de la cercanía histórica de sus dos estados y dirigiéndole una nítida declaración de intenciones: Italia, ha dicho, está «lista y a la orden» para continuar cooperando con España.
La audiencia de Sánchez en el palacio gubernamental de la tercera economía más potente de la Unión, tras su paso por Chipre y Malta en su gira para presentar los objetivos de la presidencia europea que España asumirá el 1 de julio, despertaba un interés tan evidente como morboso dada la evidente lejanía ideológica que separa al secretario general del PSOE de la jefa de filas de Hermanos de Italia. Invitado y anfitriona han eludido la incomodidad que podría haberles supuesto una ronda de preguntas periodísticas que incidiera en sus notables diferencias: una al frente de un Ejecutivo radicalmente de derechas junto a las formaciones de Silvio Berlusconi -hospitalizado hoy- y Matteo Salvini y el otro comandando una coalición que se proclama «progresista».
Pero la necesidad y también la convicción en los intereses compartidos -las exportaciones españolas a Italia rondan los 30.000 millones- han pesado más, hasta el punto de hacer llamativa la calidez del tono con que Sánchez y Meloni han remarcado lo «fundamental» que resulta su eje en el proyecto europeo. El presidente ha llevado a su terreno, el de las prioridades con que encara la jefatura de la Unión, pero saliéndose de la guerra política que mantiene con Voz, partido afín a los ‘fratelli’ de Meloni, en el ámbito doméstico. Por su parte, la primera ministra ha evitado las aristas que tiene su discurso para un interlocutor como Sánchez y en línea con la asunción del marco europeo al que se ha ceñido desde que comenzó su mandato, hace medio año. A diferencia de España, Italia no está disfrutando aún del flujo continuado de los fondos destinados a la recuperación post-pandemia: Bruselas mantiene congelados 19.000 millones a la espera del resultado de una nueva evaluación.
Que la intención de la cita era apuntalar puentes y no dinamitarlos con la carga explosiva de la ideología se ha evidenciado desde que Sánchez ha situado a España e Italia «muy alineados» con los retos de la presidencia europea del segundo semestre de este 2023; singularmente, el pacto comunitario en materia de migración y asilo -desafío en el que la concepción humanitaria de los ejecutivos de Madrid y Roma difieren-, la independencia energética y «la redefinición de las reglas fiscales».
Sobre lo primero, y consciente de que la inspiración de su política de extranjería no es la de la líder ultraderechista -la estrategia de contención del nuevo gobierno italiano está constituyendo un escollo para la labor de las ONG, también españolas-, Sánchez ha identificado la inmigración irregular como un «problema europeo» cuya proyección rebasa las fronteras nacionales y que requiere, en consecuencia, «una respuesta» común con un acuerdo «político» de los Veintisiete y «más recursos económicos». Y ha acotado la coincidencia con su anfitriona, al frente de dos naciones cuyas costas son la entrada a Europa: que debe alumbrarse un pacto «equilibrado» que supere la visión «interior» para expandirla a lo «exterior» incidiendo en el trabajo con los países de origen para evitar que sus nacionales se lancen a la desesperada a la rutas migratorias e introduciendo el factor de «la solidaridad».
«Europa debe mirar con mucha más atención a la defensa de las fronteras externas», había anticipado la primera ministra italiana, que también ha abogado por impulsar las «inversiones y asignaciones de fondos» a los países implicados en las rutas migratorias de África para conseguir «soluciones estructurales». Ha habido, asimismo, un apunte -breve- sobre el aval europeo a Ucrania frente a la invasión rusa y el compromiso con la reconstrucción, que se tratará en una conferencia en Roma a finales de mes.
Los otros dos espacios que, según ha constatado Sánchez y no ha contravenido Meloni, comparten España e Italia es la apuesta, de una parte, por las relaciones comerciales abiertas frente a las tendencia proteccionistas de gigantes dispares como China y EE UU, con una competencia internacional en la que Europa debe ser menos dependiente energéticamente y con fuentes de suministro más baratas«; y de otra, una defensa de una reforma de las reglas fiscales europeas cuya consolidación tras los estragos de la covid 19 no ahogue a dos países que sufrieron especialmente el embate del coronavirus y arrastran una pesada carga con la deuda. La ciudadanía europea y sus empresas no pueden «pagar a precio de caviar» lo que resulta más asequible con el recurso a las renovables, señaló gráficamente Sánchez, quien volvió a reivindicar junto a su homóloga italiana «una reforma de la regulación de cómo se define el precio de la energía».
Enlace de origen : Sánchez orilla su rechazo a la ultraderecha y exhibe sintonía «estratégica» con Meloni