Siglos de piedra en el recuerdo

Sábado, 23 de noviembre 2024, 19:07

En los años 20, en la esquina entre la calle Mártires y la Cuesta del Río, el imponente edificio que albergaba el Casino Principal de Calahorra era todo un referente de la época, tanto a nivel social como arquitectónico. Un chaflán coronado por un templete de forma hexagonal dotaba al inmueble de una halo especial, que hoy, al menos, se puede recordar a través de las imágenes del Fondo Fotográfico Bella.

La construcción, en la que a principios del siglo XX se instaló la sociedad Veloz Club (fundada en 1911 por Santiago Díaz Gil), acabó derribada en 1971, como otras tantas edificaciones civiles que fueron señeras de la ciudad. En 1975 se inauguraba la del casino actual, dejando el edificio del templete para las fotos en blanco y negro. «Estaba ambientado y perfectamente decorado. E incluso existen noticias en los periódicos de la época de la redecoración de las salas», explica Mª Jesús Mateos Gil, doctora en Historia del Arte e investigadora de la arquitectura doméstica de Calahorra.

El templete que tanto llamaba la atención no pertenecía a la construcción original, ya que se añadió en una remodelación de 1917. Ese año se «pidió permiso para subir un piso más por lo que es la Cuesta del Río y entonces es cuando debieron colocarlo», afirma la historiadora.

Lo ocurrido con el Casino de los años 20 es extensible a otros inmuebles especiales por su construcción o que marcaron una época, y que acabaron desapareciendo bien para ser sustituidos por otras construcciones o presas del abandono de sus herederos.

El Hospital San Lázaro, edificado en 1935 en la ahora avenida de Numancia, es otro ejemplo. Su diseño lo firmó el destacado arquitecto riojano Agapito del Valle, que dejó en el municipio un edificio racionalista que destacaba por su horizontalidad. En 2006 fue demolido para ampliar la actual residencia municipal San Lázaro.

El Hospital San Lázaro tenía sus orígenes en el también desaparecido Hospital y Hospicio de Labradores que se encontraba en el Arrabal, fundado en 1669. El patronato de este centro sanitario correspondía al Cabildo de la Catedral. Sin embargo, «en 1837, con la nueva legislación de instituciones benéficas, pasó al Ayuntamiento y fue en el siglo XIX(1878) cuando se hicieron cargo de ese hospital las Hijas de la Caridad», señala Ana Jesús Mateos Gil, al tiempo que recuerda que era «un caserón muy grande con una galería porticada, en esto caso adintelada, que daba al río» Cidacos.

‘Casa de don Arturo’ en la calle Cabezo. A. J. Mateos
Desaparecido hospital del Arrabal. Bella
Antiguo Hospital San Lázaro, diseñado por Agapito del Valle, en la actual avenida de Numancia. Bella
Patio porticado del Círculo Católico en la calle Raón. Bella

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También, en el Cidacos, no tuvo mejor suerte el puente de hierro, que desde el siglo XIX se había utilizado como principal entrada a la ciudad. Era el más antiguo de los construidos con la tecnología del hierro en La Rioja y se destruyó en 1999, en contra de una gran movilización social, para levantar el actual. Y en 1942 fue la plaza del Raso la que se quedó sin el edificio de la antigua Casa Consistorial, junto con el torreón que le era añejo, construyéndose en su lugar el mercado municipal de abastos.

Entre las viviendas familiares singulares se encuentran también pérdidas irreparables, como la ‘casa del tabaco’ o de ‘don Arturo’ en la calle Cabezo. «Era un caserón impresionante», valora Ana Jesús Mateos Gil de este inmueble, construido en el siglo XVI.

Así describe que «tenía una portada centrada en arco de medio punto y en el último piso había una galería con arcos de medio punto, sobre la que, además, existía como un cordón franciscano». «En la trasera también tenía una galería de arcos de medio punto de mayor tamaño», completa para advertir que «es una tipología que se nos está escapando».

Otra pérdida importante se localiza en la calle Raón, en donde se ubicaba la casa-palacio de la familia Raón (siglo XVIII) y en la que en 1903 se fundó el Círculo Católico, hasta que se derribó en los años 70. Aquella construcción, con un patio porticado con columnas, fue fruto de sucesivas ampliaciones. «Antiguamente las casas no se construían como ahora. Es decir, no eran de nueva planta, sino que una familia tenía una casa compraba la del al lado e iba ampliando. Y eso es lo que pasó a la casa de la familia Raón», precisa Mateos Gil, quien lamenta que «hemos perdido mucho de lo que era arquitectura civil». «Las iglesias han estado mejor cuidadas, pero, claro, si nos preguntan qué valoramos más, si el edificio de la catedral o tu casa, la respuesta es clara», dice. Así que «a la hora de invertir se invierte en un edificio más imponente, más de referencia…, con lo que a las viviendas, prácticamente, no se les ha prestado atención nunca», sostiene.

De otro lado apunta a la «complejidad» de la problemática relativa a la conservación de la arquitectura doméstica, en donde se «mezclan la legislación municipal, con la de Patrimonio, así como la capacidad económica de la familia». Es lo que, de hecho, ha sucedido con la emblemática ‘Casa Baroja’, en la calle Mártires, con fachada modernista y sobre la que pesa un expediente de derribo. Sus característicos miradores, de estilo neomudéjar, están protegidos en el Plan General, pero al parecer ya es demasiado tarde para salvarlos de la ruina.

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