Viernes, 10 de enero 2025, 22:14
He vivido largos años y he llegado a la vejez con un saco inmenso, lleno de recuerdos, de aventuras, de cicatrices, de úlceras incurables, de dolores, de lágrimas, de cobardías y tragedias. Y ahora, de repente, me doy cuenta de que sé tocar muy bien el violín, que soy un virtuoso…» Lo escribió de sí mismo León Felipe, ya muy mayor, y ahora lo hace suyo Héctor Alterio. Poeta y actor se identifican a través de la poesía y de la voz y se hacen uno solo en la emoción. El público completa el triángulo.
A los noventa y cinco años de edad, el popular intérprete hispano-argentino regresa al Teatro Bretón con ‘Una pequeña historia’ (este sábado a las 20.00 horas), un repaso poético y musical a su propia vida, un viaje de ida y vuelta entre su Buenos Aires natal, el Madrid que le acogió en el exilio y el corazón de los espectadores que durante décadas se han conmovido con su extraordinario trabajo en cine, televisión y teatro.
LA FUNCIÓN
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‘Una pequeña historia’
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Autoría y dirección
Ángela Bacaicoa -
Intérpretes
Héctor Alterio y Juan Esteban Cuacci (piano) -
Teatro Bretón
20.00 horas
Su regreso a Logroño se produce ocho años después de su última e impresionante lección magistral, su interpretación protagonista en ‘El padre’, de Florian Zeller, un papel que más tarde inmortalizaría en el cine internacional el actor británico Anthony Hopkins pero que nadie que hubiera visto antes a Alterio podrá olvidar en su piel. Un papel, precisamente, sobre la memoria y la enfermedad que la destruye. Ahora este hombre casi centenario parece seguir combatiendo la desmemoria sobre los escenarios.
‘Una pequeña historia’ es un espectáculo con dramaturgia de ‘Tita’ Ángela Bacaicoa, la compañera de vida de Héctor, que relata cómo con cuarenta años, en 1974, se vino a España para presentar ‘La tregua’, una película argentina de 1974 dirigida por Sergio Renán y basada en la novela homónima del poeta y escritor uruguayo Mario Benedetti. Cuando quiso volver, ya no había aviones de regreso para él.
Mientras se encontraba en Madrid fue amenazado de muerte por la Triple A, la Alianza Anticomunista Argentina, por lo que decidió no regresar a su país y residir desde entonces en España, donde obtuvo también la nacionalidad. Al poco tiempo se reunieron con él su esposa y sus hijos Ernesto y Malena.
«Fue así como Madrid resultó ser su cárcel y su salvación –explica el programa–. En ese momento de su vida tuvo que acomodarse a otros escenarios y cambiar su acento, enfrentándose al dolor del exilio. Casi como un sostén en esos años, se dejó conmover por los poemas de León Felipe, que como él era un hombre de teatro y exiliado político. Se convirtió en un trovador, recorriendo el país, recitando estos versos del español que también hizo suyos».
Poesía y música
Sobre la base de esa ‘pequeña historia’ y ese viaje de ida y vuelta Buenos Aires-Madrid-Buenos Aires, ‘Una pequeña historia’ trae de regreso los recuerdos de esos años en la poesía, la música y la emoción. Entre el amor y el humor, una noche de goce con todos los sentidos, de la mano del actor que mejor sabe atravesarnos con su voz inigualable.
En escena recita tangos, la poesía porteña en la que fue tallado desde niño, y va hilvanando la emoción de los años entre León Felipe, Borges, Catulo Castillo, Piazzolla, Horacio Ferrer, Hamlet Lima Quintana y Eladia Blázquez. Casi cómo un cómplice, en este viaje a la memoria, lo acompaña musicalmente Juan Esteban Cuacci desde el piano, multiplicando la emoción en la platea.
La puesta en escena es de una sencillez deliberada para acompañar al intérprete. Dos sillas, dos atriles, unas pocas luces para resaltar algunos climas, un piano y la voz. Lo justo y necesario para que se produzca el encantamiento. Los arreglos musicales, sobre todo en los tangos, que acompañan el decir del intérprete son el color preciso que necesita este recorrido poético vital. Y Cuacci, el pianista, no solo ambienta musicalmente cada tramo de la propuesta, sino que oficia de contrapunto y, en más de una ocasión, guía y ayuda a su veterano compañero de escena.
Con ‘Una pequeña historia’, Alterio regresó a Buenos Aires hace dos años, ya con noventa y tres de edad y un aire implícito de despedida de su público argentino. El cariño que le demostraron fue desbordante. «Decir solamente gracias sería poco. Decir no me lo merezco sería mentira –afirmó entonces el actor–. Vuelvo a insistir, muchísimas gracias, no encuentro otra coleta que tenga esta palabra para cogerla así. ¿Qué más hay después de gracias? Están todos ustedes y eso para mí ya es fundamental».
Hoy Logroño es para él otra patria a la que regresar, si un teatro y un escenario son siempre patria y familia de los actores. Volver, como el tango, no para despedirse, sino a quedarse para siempre entre los suyos.
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